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¡SORPRESA! YA LO VEÍAMOS VENIR

  • Foto del escritor: Frontera Blog
    Frontera Blog
  • 8 jul 2020
  • 7 Min. de lectura
Sara Uribe Cortés

Sobre la falsa sorpresa por la pandemia actual y la importancia de la seducción para el éxito comunicativo.


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Título: Pandemic: How to prevent an Outbreak .


Año de publicación: 2020


Número de temporadas: Una (1).


Episodios: 6 de entre 40 a 50 minutos.


Distribuidor: Netflix.


Portada del documental Pandemic.


En los últimos años, Netflix nos ha brindado series documentales de todo tipo. Asesinos en serie, abuso de poder por parte de supuestos guías espirituales, explicaciones poco entendidas sobre la vagina de una mujer que vende lubricante, y misterios sin resolver. Algunas merecedoras del Emmy, otras cual hechas con la cámara de un celular y sin mucha experticia. Y luego están las docuseries como Pandemic: mediocres y normales. No lo suficientemente malas para tener que dejarlas sin terminar, pero tampoco tan buenas que le hagan sentir a una iluminada, mejor entendida, asombrada. Al principio esta docuserie fue calificada como un simple documental sobre la gripe, sin mayores objeciones ni pasiones despertadas. Claro que nadie sospechó que viviríamos una pandemia semanas después de su debut, y entonces millones de personas atraídas por el morbo de la emergencia sanitaria empezarían a buscar compulsivamente películas sobre virus letales, enfermedades desconocidas, series que expliquen nuestros antecedentes más enfermos (la mal llamada fiebre española, el tifus, entre otros), y documentales que exponen el ajetreo de los trabajadores de la salud y la comunidad científica. No había manera de imaginar que el mensaje de Pandemic cobraría tal relevancia, y que incluso algunos la señalan de haber predicho la situación mundial actual respecto al Sars-Cov-2.


¿ahora nos van a decir que no sabían de las dificultades en el sector de la salud? ¿Se supone que aceptemos que para casi ningún gobierno era una prioridad el modelo de salud preventiva y la colaboración internacional para manejar las pandemias de gripe que ya venían con nosotros de años atrás?

Esta serie documental estrenada en enero del presente año tiene seis episodios de entre cuarenta a cincuenta minutos, los cuales a su vez tienen capítulos que se hacen preguntas o afirmaciones sobre una emergencia sanitaria y lo que implica. Todo Goliath necesita un David, No puede ser por el dinero, o No necesitamos desastres hechos por la humanidad revelan el tono de la producción, que sigue la vida y trabajo de varios actores directos o indirectos en la prevención de pandemias para aleccionar acerca de la importancia de la investigación, el rastreamiento de virus, la innovación científica, las vacunas, y la inversión en una salud preventiva, universal, y gratuita. Acompañamos el día a día de una médica en el condado de Jefferson que hace turnos de 72 horas y se enfrenta por su cuenta con la temporada de influenza, de una compañía de biotecnología que está probando una vacuna para todos los tipos de influenza, pasados y venideros; de un científico libanés que rastrea la gripe aviaria tanto en Egipto como en el Líbano; de un médico general en la provincia hindú más afectada por lo que ellos llaman la gripe porcina; de una enfermera pensionada voluntaria en la casa de paso Casa Alitas para inmigrantes mexicanos y centroamericanos que advoca por la vacunación gratuita para todos los migrantes; del encargado de la ONU para responder a la pandemia del Ébola en la República Democrática del Congo; de la encargada de preparar los hospitales municipales de Nueva York ante brotes de enfermedades infecciosas; de un epidemiólogo que hace seguimientos a nivel internacional de gripes pandémicas, y finalmente de una madre antivacunas, temerosa de una ley que le impediría a sus hijos no vacunados matricularse en colegios en su estado. Un conjunto numeroso de testimonios que se presenta tan amplio para brindar una percepción comprensiva de todos los flancos interviniendo en una pandemia. En los primeros episodios hay un enfoque en presentar a todos los personajes y su quehacer, además de recordarnos con cifras, fotos antiguas y hasta gráficos el alcance de anteriores emergencias sanitarias mundiales: el caso de influenza de 1918, el brote de Ébola en 2014, el virus H5N1 en 1997, y el virus H7N9 registrado en humanos en 2013. De entrada se quiere dar a entender que hay muchas personas, instituciones y organizaciones previniendo virus altamente contagiosos, ya que todos afirman sin pelos en la lengua que una nueva pandemia se acerca. Otra pandemia va a ocurrir, no se sabe cuándo, no se sabe cómo, no se conoce el transmisor o la gravedad, pero es un hecho que debido a nuestros hábitos de consumo en general y nuestra hiperconexión, va a tener lugar alguna enfermedad de gigantes proporciones. Supongo que la reiteración de que únicamente era cuestión de tiempo para que surgiera otra emergencia así es lo que más sorprende y asusta a los espectadores: suena a una premonición demasiado correcta, demasiado ajustada a lo que semanas después se desataría con el Covid-19. Yo, como muchos de los que han visto esta docuserie, me creí el cuento de que no había manera de prever estas circunstancias, que no podríamos habernos preparado convenientemente, que era un shock para todos los estados y todos los gobiernos, y que por ende debíamos ser comprensivos y pacientes con los errores o demoras que se pudieran provocar ya que nadie sabía qué hacer en estos momentos. Y vaya que es una excusa mezquina. Este documental sigue literalmente la vida de un puñado de profesionales que han dedicado su carrera a encontrar, prevenir y tratar infecciones de este tipo. Se afirma que en el mundo actual no deberíamos tratar con estas enfermedades debido a que es posible identificarlas primero en animales, y someterlos a tratamiento incluso antes de que se de la transmisión a humanos. Había en New York, ahora una de las ciudades más azotadas por el Covid, todo un programa enfocado a entrenar al personal de salud para ocasiones tales, y se estaba promoviendo en las fronteras vacunación contra la influenza para todos los migrantes en aras de disminuir el riesgo para toda la población, incluidos los estadounidenses. La comunidad científica parecía admitir la necesidad de inversión en vacunar a todas las personas para evitar rebrotes de enfermedades hasta dadas de erradicadas como el sarampión, y en África se estaba luchando contra un virus tan letal y espantoso como el ébola a la vez que el personal médico se enfrentaba a ataques de grupos armados sin suficiente ayuda internacional. Todo esto estaba pasando, la OMS ya había indicado el peligro del movimiento antivacunación y su desacreditación de la medicina la mayoría de veces sin fundamentos para la salud pública, en India se reconocía que la densidad poblacional astronómicamente alta era un factor clave en el alto contagio de influenza y que había una porción demasiado alta de personas que no tienen acceso a servicios de salud gratuitos y de calidad, los médicos rurales en Estados Unidos estaban poniendo el grito en el cielo por el cierre masivo de hospitales pequeños en los condados más alejados, y ¿ahora nos van a decir que no sabían de las dificultades en el sector de la salud? ¿Se supone que aceptemos que para casi ningún gobierno era una prioridad el modelo de salud preventiva y la colaboración internacional para manejar las pandemias de gripe que ya venían con nosotros de años atrás?


Pandemic me reveló mentira la explicación de que no sabíamos o no había manera de saber. Sí sabíamos, sí sabíamos que tener atrapadas millones de aves para el consumo humano en condiciones antihigiénicas, los animales caminando en sus propias heces y sin vacuna alguna, era un problema. Sí sabíamos que recortar los presupuestos de salud nos iba a costar caro, y que esa es la razón de que en este instante no tengamos centros de atención en todos los rincones de cada nación, ni un número de salas de UCI adecuado, ni ciudadanos exentos de comorbilidades prevenibles que los ponen en peligro. Sí sabíamos que acercar nuestros límites con los de otras especies animales representaba un riesgo de padecer por un virus zoonótico. Sí sabíamos que faltaba cooperación internacional en cuanto a la salud de refugiados y migrantes, y que miles de servidores sanitarios estaban trabajando desamparados en zonas de guerra o sin los implementos necesarios. Sí sabíamos que ningún doctor, enfermera, técnico, ser humano aguanta turnos de trabajo intermitente de 72 horas, y que su salud física, mental y emocional se ve afectada por esta explotación laboral. Sí sabíamos que se avecinaba el hecatombe. Aceptaré que no conocíamos la fecha, ni la magnitud, pero sí su futura existencia, y decidimos ignorarla. No vimos problema alguno en adelgazar fatalmente el presupuesto para la salud en la mayoría de países, ni hubo una preocupación mundial por la tendencia de paupérrimos salarios de los trabajadores sanitarios, ni hubo esfuerzos por modificar nuestros patrones de consumo, ni brindamos una reorganización urbanística para solventar las zonas de densidad poblacional agobiante. No hicimos lo que se requería para evitar los efectos de la cantada pandemia, y en este momento estamos pagando las consecuencias.


Ahora, debo admitir que debe sonar raro el adjetivo mediocre que adjudique a este documental si al parecer aprendí tanto y tengo toda esta chorrera de cosas para decir, pero es que todo lo anterior realmente es condensado en los primeros tres capítulos, y son seis, de casi una hora. Aprecio más cuando un documental es conciso y claro, y es que ver largometrajes prácticamente que repiten una información ya presentada, alejándose del eje temático, no es de mi gusto. En la era de Netflix, sin restricción alguna para crear y consumir, muchos creativos simplemente han elegido historias y las han extendido cual goma de mascar sin un propósito claro, y es demasiado fácil al elegir hablar sobre un tema complicado y multifacético concentrarse en testimonios personales, desviarse del argumento principal y terminar mostrando detalles irrelevantes. Esto último es lo que sucede en Pandemic: en cierto punto el mensaje principal ya se había dicho, pero se siguió contando la historia de la doctora, y de la enfermera voluntaria, y se empieza a concentrar en el drama familiar de la médica, y una se pregunta si no era posible editar esas partes, y dejar en suspenso ese aspecto de la vida personal de la mujer.


También me decepcionó la falta de variedad en las técnicas narrativas utilizadas. Es una manera de relatar muy básica y sin aspectos emocionantes. La inclusión de animaciones, un paralelo extenso con testimonios gráficos de pandemias anteriores, una iluminación más variada, proponer preguntas y conversaciones más profundas, propiciar una sensación de intimidad con las personas que aparecen en el documental, un soundtrack vívido y más personalizado, algún narrador omnipresente que hiciera comentarios sarcásticos. Algo que sedujera al espectador, y le transmitiera a una la sensación de que lo que se está viendo es muy importante y le puede verdaderamente cambiar el punto de vista respecto muchísimos aspectos. Los documentales están hechos para informar al mismo tiempo que conmover. Tienen una intención comunicativa que en más de una ocasión es invitar a la reflexión, a la acción, y esa intención se apoya en recursos comunicativos para tener éxito. Mostrar a personas y lo que hacen sin un factor emocionante no es suficiente para mí, y lamentablemente es la tendencia de muchas de estas docuseries producidas por Netflix. Un tema pertinente es solo la mitad de un documental exitoso. La forma y el dinamismo con que se presenta es esencial para ser más que un documental sobre la gripe o tendencia mientras lo que dura una pandemia.



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Mujer en una bodega llena de gallinas.


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