SOBRE JOVENZUELOS ENAMORADOS Y URANISTAS SIN QUERERLO
- Frontera Blog
- 26 jun 2020
- 5 Min. de lectura
Andrés Felipe Cadavid Herrera
Una reseña sobre Llámame por tu nombre, acerca del deseo, la cotidianidad y asuntos complicados que no nos damos cuenta.

Ellio y Oliver en la playa.

Título: Llámame por tu nombre.
Autor: André Aciman.
Año de publicación: 2007.
Número de páginas: 271.
Editorial: Alfaguara.
«Cógeme sin más y múdame la piel y pon mis entrañas al aire, hasta que, al igual que el personaje de Ovidio, me mimetice con tu lujuria, eso desearía. Véndame los ojos, cógeme la mano y no me pidas que piense. ¿Harías eso por mí?» (P. 94)
Las metamorfosis es un conjunto de poemas que están escritos por el poeta romano Ovidio, en donde a través de quince libros se es narrada la creación del mundo. La anterior frase no pertenece a ese poema, ni tampoco es una frase dicha por Ovidio (claro, y es que no creo que hablase de él tercera persona): fue uno de los pensamientos que tuvo Ellio cuando besó por primera vez a Oliver en el libro Llámame por tu nombre (2007). Allí, sentados en ese pastal mientras observaban un lago verdoso, tal cuadro de Monet, un muchacho de diecisiete años experimentaba el primer beso con hombre y deseaba que por medio de ese intercambio bilabial, todo lo que un día conoció se hubiese extinguido para sólo volver a sentir siempre aquello que experimentó al rosar los labios de un hombre mayor.
Llámame por tu nombre, o en inglés Call me by your name, es una novela escrita por André Aciman y distribuida en los países hispanohablantes por la editorial Alfaguara. Esta historia sucede en un verano en Italia, por allá en los años ochenta y está protagonizada por Ellio, un muchacho de diecisiete años ítalo/estadounidense y además judío, cuya familia va de vacaciones siempre a una casa de ellos en un pueblo pequeño al norte de Italia. El padre es un profesor universitario, que estudia los clásicos grecolatinos (referencias que siempre estarán muy marcados a lo largo de la novela) y además, presta su casa vacacional para que algún estudiante de doctorado termine su tesis, o continúe sus estudios en dicha región. El año en que transcurre la historia del libro, el becario que llega es Oliver, un hombre de 24 años y estadounidense, que además de estudiar hará replantearla la vida y los deseos a Ellio.
La estética de este libro es simplemente bellísima, por lo sensorial que es y es que el personaje de Ellio es el reflejo de este despertar sexual con todos estos asuntos como la timidez, la culpa, el deseo y esa necesidad constante por querer sentir. Usualmente lo que más me gusta del género de las novelas es ver las descripciones de la cotidianidad, sobre cómo los escritores pueden estar contando los asuntos más básicos de la existencia humana como las rutinas, los andares o la convivencia en familia y estar escritos de una manera tan linda; quizá es de lo que más me encantó de Aciman: esa capacidad de narrar el deseo o la frustración, con escenas de lo más básico como un desayuno; sé que para algunos sus descripciones pueden ser extravagantes o hasta melosas, pero en lo personal es algo que disfruté horrores.
Otro elemento de esta novela que me encantó, es la pareja. Leer los pensamientos de Ellio, es fascinante y es que es un excelente narrador, contándonos como es que un día se encontraba fascinado por la figura femenina y después, por los azares de las leyes insospechadas, se descubre encantado por el cuerpo masculino, específicamente el de Oliver – acá debo mencionar la adaptación homónima que realizó Luca Guadagnino en 2017, donde por Dios, los actores que interpretaron a Ellio y Oliver, fueron Timothée Chalamet y Armie Hammer, respectivamente… ¿algo podía salir mal con la actuación de los dos y el increíble atractivo físico de ambos?, no lo creo –. La química entre estos dos es demasiado sensual, sin recaer exclusivamente en esos asuntos sexuales y es que el autor usualmente referencia a estos griegos, donde fácilmente Ellio podría ser un efebo y Oliver su maestro. Las conversaciones, los paseos en bicicleta y todas las situaciones que hacen posible el enamoramiento de estos dos están rodeados de belleza. Es decir que el deseo y el amor que crece entre ellos no serían posible sin los libros, sin el sol, sin los paseos, sin el agua y sin Italia indudablemente. Todo es metáfora de su relación.
Llevo bastantes años amando esta historia, y hasta hace poco no me parecía que tuviese nada malo, como usualmente me pasa cuando me descubro estando fanático de algo. Sin embargo, hace poco con la noticia que salió sobre la petición del MAP (Movimiento activista pedófilo) de integrarse al colectivo LGBTIQ+ y el rotundo rechazo de toda la comunidad ante esto tan bochornoso, leí en un comentario de un usuario de Twitter que decía algo así como que éramos unos hipócritas porque cancelábamos esto, pero consumimos eufemismos de pedofilia como el libro y película Llámame por tu nombre y aquello me pegó un poco fuerte. Intenté minimizar las cosas, diciendo que Ellio tenía 17 y ya era autónomo para decidir con quién quería estar, o que Oliver apenas le llevaba 7 años más, que eso no era tanto; pero también recordé que yo un día tuve dieciséis y me involucré con alguien mucho mayor, y cómo eso me marcó de por vida, engañándome a mí mismo con vivencias que muchos no estamos preparados para afrontar a esa edad.
No me parece incorrecto que André Aciman hubiese puesto los deseos desencadenados de un adolescente, porque creo que todos a esa edad y durante gran parte de nuestra vida muchos nos encontramos admirados por los mayores y todo lo que los engloba. Lo que me afecta, es que encuentro una gran referencia a la Poesía Uranista en su obra, que fueron estos poetas ingleses que entre el siglo XXIX y XX, exaltaban las relaciones pederastas de la antigua Grecia, donde muchos hombres mayores se aprovechaban de su posición de poder, para acceder al sexo de los menores, que no es para nada diferente ahora eso de intimidar con cargos.

Mi visión del libro sigue siendo igual, me es inevitable y es que ser parte de esta cultura actual de la cancelación, me es difícil porque en algunos casos creo en ese asunto estúpido de la redención – estúpido porque como se dice: “el que es, no deja de ser” -. Sin embargo, tal vez lo vea un poco más problemático a partir de ahora, pero El síndrome de San Clemente sigue allí en mi corazón, como mi mente que alberga esa despedida que me dolió hasta a mí y es que así es este cuento rarísimo del amor, resumido en un momento exacto al que siempre volveremos.
Ahora, con la distancia de los años, puedo pensar que aún escucho la voz de dos jóvenes entonando esas palabras en napolitano mientras se dirigen al amanecer, sin darse cuenta, ninguno de ellos, mientras se agarraban y se besaban una y otra vez a través de las calles de Roma, que aquella iba a ser la última noche en que hicieron el amor.
- Vayamos mañana a San Clemente – dije.
- Mañana es hoy – contestó.
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