PANSEXUALIDAD Y OTRAS ESPINAS
- Frontera Blog
- 7 jun 2020
- 10 Min. de lectura
Actualizado: 10 jun 2020
Sara Uribe Cortés
Una reseña sobre la pansexualidad, el poliamor y la ignorancia blanca.


Título: She’s gotta have it.
Director: Spike Lee.
Año de publicación: 2017.
Número de episodios: 19.
Producción: Spike Lee, Tonya Lewis Lee. Tonik Productions, 40 Acres and a Mule Filmworks.
Aunque lo intenté, aunque lo creí innecesario, me doy cuenta de que no es posible hablar de la serie She's gotta have it sin conocer la cultura afroestadounidense, el cuerpo y las vivencias de las mujeres negras, y el feminismo interseccional. Basada en el film de 1986 de mismo nombre, el primer largometraje de Spike Lee, la serie presentó dos temporadas un tanto cortas, diez y nueve episodios correspondientemente, de 30 minutos en promedio, y fue cancelada por Netflix el año pasado. ¿Será que el gigante del entretenimiento se sintió incómodo con las declaraciones sobre el racismo en Estados Unidos o la gentrificación en Brooklyn? ¿O pesó más en su conciencia corporativa la apertura sexual, gráfica y directa que atraviesa todos los episodios, y en especial al arte plástico de la protagonista? O quizá es que estoy elucubrando demasiado y correspondió únicamente a cifras de rating y sostenibilidad financiera. Lo más probable es que no haya sido la última opción.
Es innegable que a primera vista la serie se antoja alternativa y contestataria. Tenemos a Nola Darling, una joven artista plástica de Brooklyn, Nueva York, una mujer pansexual poliamorosa que tiene tres amantes y reglas muy sencillas para ellos: se tiene sexo en su cama y bajo sus condiciones. Lamentablemente, en el primer episodio vemos cómo un hombre de noche intenta atacarla, una experiencia de acoso que la motiva a crear anónimamente una campaña callejera sobre los insultos que suelen padecer los cuerpos femeninos, en especial los afrodescendientes. Sin embargo, el sufrir ese acoso la hizo recurrir a terapia en un intento de recobrar la confianza en sí misma. Pareciera la receta perfecta para un personaje femenino fuerte, político, e inconformista; una afro feminista con la mente abierta de par en par. Fue esa mi primera impresión, el análisis rápido y visceral que me hizo amar la serie y tomarla como referente para una adecuada y moderna representación de la mujer afroestadounidense. Sin embargo, sentí que debía dejar reposar mis emociones, y consultar opiniones de entendidos sobre las temáticas mencionadas para evitar alabar visiones distorsionadas de movimientos sociales prominentes o aspectos culturales recurrentes.
Buscando reseñas sobre la serie, me topé con críticas variopintas: unas confirmando mis opiniones inmediatas, otras llamando la atención acerca de las maneras pobres y descuidadas de Lee en cuanto al manejo del feminismo que es proyectado, lo cliché de sus personajes, la supuestamente mediocre representación de la comunidad afroestadounidense, entre otras acusaciones. Hablando como estamos del orgullo queer y la diversidad sexual en todos sus ámbitos, la pansexualidad de Nola, su relación poliamorosa, y las masculinidades no tradicionales que se retratan son los atributos de la serie que la hacen relevante para esta reseña. Mas no me es factible escapar del nauseabundo miedo a la inoportunidad y el desconocimiento histórico a no ser que con toda honestidad exponga mi ignorancia sobre el carácter político de los cuerpos afrodescendientes, la correcta representación de esta comunidad, y las maneras del afro feminismo; cosa que haré hacia el final del texto y muerta de miedo.
Además, no podemos dejar de notar que la falta de representación de las comunidades racializadas como la afrodescendiente es notoria en las producciones LGBTIQ+. Pareciera que para muchos novelistas, directores, guionistas, pintores, los maricas solo fuéramos hombres y mujeres blancos de clase media, y Lee desde 1989 nos llama la atención con esta historia de que no es heteronormativa la comunidad negra en Estados Unidos. No es blanca la comunidad LGBTIQ+, y no se pueden dejar pasar los suplicios que viven los individuos queer racializados.
Para una chica pansexual como yo, medio metida en el closet, con su orientación sexual deslegitimada por las personas que la rodean al no comprender qué es eso que suena a bisexualidad radicalizada; que Nola Darling se identificara como pansexual con tanta naturalidad fue en extremo importante. Fue ella mi primer contacto con un personaje de mi misma orientación sexual, que me proporcionó una visión mejor nutrida de cómo se nos puede describir más allá de los chistes malos sobre sexo con pan y la promiscuidad. Ser pansexual (en términos muy amplios, sentirse atraído romántica o sexualmente hacia otras personas independiente de su género o sexo) en un escenario mayoritariamente binario, que se resiste a indagar sobre la multiplicidad de géneros y orientaciones sexuales que esconde la Q, y que asume posibles atracciones como equivalente de varias parejas sexuales al tiempo; es un desafío en demasía ignorado por la gran y mediana pantalla. Los absurdos enfrentamientos entre la comunidad bisexual y la pansexual, la indiferencia por parte de los otros grupos ante todo lo compuesto, fluido o no binario, y la ramificación incontable de la pansexualidad en variantes más específicas y propias; promueven una escasez de redes de apoyo tan vitales para las miles de personas que no comprenden por qué no hay límite para su atracción, o por qué esta delimitación es tan particular frente a las más sonadas y mejor personificadas. Por ende, obviamente dejé caer mi mandíbula cuando en una sesión terapéutica, Nola declara conforme que es una mujer pansexual poliamorosa, y está claro para una como espectadora que no se va a disculpar por ello. La confianza que demuestra Nola frente a su orientación sexual, el ambiente en general agradable que rodea sus maneras románticas y sexuales, y la pluralidad de su personalidad es una buena ilustración de una persona pansexual. Además, no podemos dejar de notar que la falta de representación de las comunidades racializadas como la afrodescendiente es notoria en las producciones LGBTIQ+. Pareciera que para muchos novelistas, directores, guionistas, pintores, los maricas solo fuéramos hombres y mujeres blancos de clase media, y Lee desde 1989 nos llama la atención con esta historia de que no es heteronormativa la comunidad negra en Estados Unidos. No es blanca la comunidad LGBTIQ+, y no se pueden dejar pasar los suplicios que viven los individuos queer racializados. Sin embargo, la serie no explota todo el potencial de su protagonista para abrir la conversación sobre ser queer y afro al no explayarse ni un cuarto de lo que yo me he extendido sobre la pansexualidad de Nola. Es una característica de segunda mano que pareciera estar allí, si soy honesta, solo para propiciar la relación de Darling con su exnovia, Opal.
En She's gotta have it se presta mucha más atención al poliamor (mantener relaciones amorosas y/o sexuales simultáneamente con varias personas que han dado su consentimiento y tienen conocimiento de todos los involucrados) que mantiene la protagonista con tres hombres: Mars Blackmon, Jamie Overstreet, y Greer Childs, que a su orientación sexual. Ahora, es en el conocimiento expreso de todos los participantes, y la escucha activa de las diferentes dudas, requerimientos o inseguridades que puedan surgir en un saludable poliamor que She's gotta have it falla evidentemente. Se entrevé que todos los amantes comprenden que no son la única pareja sexual en la vida de Nola, pero hasta el final de la primera temporada no se conocen unos a otros, y aunque van dando muestras de desear una relación más tradicional, nunca tienen una conversación honesta y descomplicada sobre estas nuevas pretensiones. Bien si es cierto que la elección del modelo romántico y sexual para una debe ser según el estilo de vida y preferencias propias, lo que empodera a los usualmente vulnerados cuerpos femeninos al ampliar sus opciones allende del matrimonio heterosexual, es fundamental el bien común y la negociación entre las partes. Es más, en muchas circunstancias un poliamor puede brindar gran diversión y emoción a la vida de un individuo, pero debido a su falta de claridad para con sus amantes, vemos a Nola perdiendo de vista sus obligaciones artísticas, malgastando su tiempo en fatigantes tretas, llegando al malestar emocional por complacerlos a ellos, por evitar incomodidades y apagar fuegos. Además, resulta claro que la serie pretendía con este tipo de relación poner el reflector sobre ella y no como sucede repetidamente sobre sus amantes.
Pese a las intenciones de Lee y las distintas guionistas de cada episodio, los hombres en la vida de Nola muchas veces terminan siendo el foco de atención. No se puede negar, entrados al caso, que sus personalidades son nutridas, tridimensionales, aunque se sientan forzadas como en la mayoría de personajes. En primer lugar está el abogado de 40 años estancado en un matrimonio infeliz Jamie Overstreet, un padre esforzándose por estar ahí para su hijo y con alma de poeta, que se siente embelesado por la libertad y juventud de Nola. Un hombre serio al que se le complicó la vida mucho más de lo que su jovial amante parece al principio comprender. Seguidamente, tenemos a su opuesto, Mars Blackmon, y mi favorito personalmente. Un muchacho de ascendencia puertorriqueña, que le reza a Michael Jordan y de estilo cuestionable, mecánico de bicicletas y cantante, con un carisma y un sentido del humor encantadores. Las escenas que mejor lo describen son la primera vez que aparece en escena teniendo sexo con Nola, y terminado el coito se pone las pantaletas de ella en la cara y finge estar tras bambalinas en una pasarela de Victoria's Secret, gritando consejos clichés a imaginarias modelos; al igual que su respuesta ante el fin de su relación con Darling. Se muestra absolutamente comprensivo con su pansexualidad y su decisión de buscar algo más exclusivo, y le asegura una amistad que crece de manera preciosa durante la segunda temporada. Es su herencia puertorriqueña, el hecho de que su hermana practique rituales yorubas, y ese cariño desinteresado que siempre le guardó a Nola, además de la insistencia de Lee en recurrir al lugar común del viaje a los orígenes (incluso cuando Darling no es de ascendencia puertorriqueña), lo que lo motiva a acompañarla en su viaje de autoconocimiento a Puerto Rico. Y aunque es una pena el poco tiempo de pantalla que le dan a este muchacho encantador, resulta un personaje franco en su forma de ser, cautivador sin necesidad de hacer referencia a la masculinidad tradicional. En último lugar, y enfrentándose a este concepto masculino arcaico de hombres grandes, fuertes, toscos y ajenos a la sensualidad, está Greer Childs, un fotógrafo y modelo atrevido, ególatra. Greer exuma cierta femineidad en su manera de vestir, en su sofisticacción, pero que no fisura en lo más mínimo su carácter masculino y atractivo sexual del que es casi demasiado consciente. Tenemos un hombre que bien podría ser juzgado de amanerado u homosexual por personas de limitado repertorio de expresiones de identidad, y que sin embargo se releva seguro de sí mismo e igualmente tiene una faceta artística y cariñosa. Es refrescante disfrutar de variadas personalidades y miradas frente a la masculinidad, hombres en diferentes puntos de la vida, con distintos oficios y aspiraciones, unos más abiertos que otros, pero que al final parecieran respetar las decisiones de Nola. Pese a todo lo anterior, es mucho más agradable para una como espectadora en la segunda temporada ver que Darling ya no corretea detrás de sus amantes para proteger sus sentimientos y en vez se dedica enteramente a su creación artística y activismo político.
En She's gotta have it abundan recursos narrativos poco usuales y de gran interés para quienes quieren entender en un mayor grado el personaje de Nola Darling. El primero a mencionar de estos recursos es la transición de escenas mediante la portada del álbum, ep o single después de que la canción ambiente la escena, el cual me sorprendió gratamente al demostrar la atención al detalle que se prestó al soundtrack para que esta fuera coherente. No sobra decir que estas muestras inesperadas de intertextualidad son prueba de una gran riqueza narrativa, y propician una interacción con la audiencia que con estas referencias tan visibles puede compaginar con el mundo propuesto de mejor manera. También es destacable el episodio de la segunda temporada enteramente dedicado a conmemorar a Prince, cantante y compositor afroestadounidense que revolucionó el rock, el pop y la música psicodélica de la década de los ochenta, y que conocí mediante esta serie; un hombre de talento incontable y un símbolo para la comunidad afro en Estados Unidos. Las referencias literarias no son tan abundantes; sin embargo, en el primer episodio de la segunda temporada se menciona a Neale Hurston y su novela Their Eyes Were Watching God, una de las figuras más importantes del Renacimiento de Harlem. Y no podemos olvidar que la serie se trata de una artista plástica, por lo que constantemente nos vemos bañados con el talento de Tatyana Fazlalizadeh, la pintora, de Brooklyn también, que plasma a los amigos, las vivencias, las causas políticas, hasta a la misma Nola Darling con una gama de técnicas y paletas de colores que son de aplaudir, y que justifican en parte el talento y el activismo atribuido a la protagonista por sus imponentes exposiciones.
Creo que eso es lo mejor de She’s gotta have it, creó inquietud en mí como espectadora blanca privilegiada, y me demostró que no dimensionó el realidad la lucha antiracista, y la cantidad de trabajo por hacer para crear una comunidad LGBTIQ+ realmente diversa e incluyente.
Ya echadas las flores, me quedan dudas sobre la idoneidad de ciertas representaciones o declaraciones de esta serie que tanto trabajo me ha dado. Siendo los cuerpos afro, en especial el de las feminidades, un asunto extendidamente político (y no es que piense yo que deban o no serlo), ¿Cómo encajan las críticas de Nola a una de sus amigas, Shemeikka, por alisarse el cabello y querer inyectarse el trasero? ¿Es el tono autoritario de Darling en temas de afro feminismo una perpetuación de cierto tipo de afro feminista, cosa que no resulta útil cuando no hay un solo tipo de femineidad afro? ¿Es un castigo cruel el accidente de Shemeikka cuando su trasero explota porque Lee tal vez no cree que las mujeres deberían modificar su cuerpo, aunque este es un asunto completamente personal e íntimo? Preguntas que no puedo responder, pero que postulan mujeres afro en columnas de opinión en medios comunicativos estadounidenses como The Atlantic (Hannah Giorgis)*. Además, es más es factible acusar al personaje de Nola Darling de hiper complicado e inconsistente. She's gotta have it es el ejemplo perfecto de por qué resulta necesario analizar con detenimiento los contenidos pop más sonados, en especial los que se publicitan como feministas, amigables con la comunidad LGBTIQ+, las comunidades negras, u con otras minorías étnicas. No basta con tener muchas mujeres en el reparto, o guionistas femeninos en vez de masculinos para salvarse de toda declaración totalitaria o desactualizada. Se requiere investigar las problemáticas ampliamente y desde diferentes ángulos. Estas temáticas no son sencillas, y ser mujer no garantiza que una no vaya a tener prejuicios machistas internalizados. Pero, sobre todo, ha sido la prueba perfecta para mí de que me falta aprender montones sobre la lucha afro feminista, y sobre el feminismo y la liberación LGBTIQ+ interseccional. Creo que eso es lo mejor de She’s gotta have it, creó inquietud en mí como espectadora blanca privilegiada, y me demostró que no dimensionó el realidad la lucha antiracista, y la cantidad de trabajo por hacer para crear una comunidad LGBTIQ+ realmente diversa e incluyente. Aunque se podría decir que la serie no alcanzó completamente las expectativas que se tenían sobre su poder para propiciar y representar discusiones de este tipo, haciendo esta reseña sobre su narrativa y personalidades me ha recordado la humildad con que una debe escribir siempre cuando se trata de las vivencias de comunidades a las que una no corresponde. Espero la vean con atención e humildad igualmente, y tal vez me corrijan desde su conocimiento, desde su experiencia, sobre lo aquí expuesto.
* Este es el link para dos columnas en Inglés del diario The Atlantic sobre la serie que me parecen mucho más pertinentes: https://www.theatlantic.com/entertainment/archive/2017/12/shes-gotta-have-it-roundtable/547481/
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