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EN TODOS LOS UNIVERSOS

  • Foto del escritor: Frontera Blog
    Frontera Blog
  • 24 jun 2020
  • 5 Min. de lectura
Gustavo Cardona Mora

Una reseña sobre la perspectiva adolescente y el descubrimiento de la identidad propia.



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Título: SKAM.

Creadora: Julie Andem.

Año de Publicación: 2015.

Número de episodios: 43.

Producción: NRK, Marianne Furevold-Boland,







Las series de “drama de colegio” (como yo las llamo) han sido un placer culposo que no he podido negar nunca, y para ser sincero, en estos momentos ya ni me esfuerzo. No sé si tiene que ver el que aún mantengo una fascinación por la intensidad de las emociones adolescentes, o será acaso que lo improbable de muchas de las situaciones representa una combinación extrañamente atrayente de burla y sentimientos a flor de piel por la que me dejo llevar; cualquiera fuese el caso, este tipo de producciones parecen siempre encontrar la forma de llegar a mí naturalmente, pero de entre todas las que he visto, de entre todas con las que he reído, llorado, amado, odiado y revivido mis propios años de colegio (muy consciente de que no me otorgan más que entretenimiento y muy poco de reflexión o consumo productivo) existe una que tanto en mi mente como en mi corazón se guarda en un lugar muy especial por su particularidad: Skam. Una serie noruega creada por Julie Andem, y adaptada al día de hoy en otras siete versiones, que comenzó a emitirse en septiembre de 2015 por el sitio web de su productora debido a su formato curioso de “tiempo real” que nos permite seguir la vida de los adolescentes de Oslo desde un punto de vista muy personal y cercano a la realidad del protagonista de turno. Y sí, digo protagonista de turno pues, en adición al formato de secuencias cortas emitidas a la hora exacta en la que se supone suceden los eventos, Skam va cambiando su historia y personaje principal en cada temporada, permitiendo un desarrollo más complejo del mismo así este pareciera secundario o no tan importante. Esto mantiene fresca la narrativa al profundizar en la manera en la que se ve el mundo, y así, si bien seguimos un mismo espacio físico quedándonos en el miso instituto, podemos sentirlo cambiante gracias a la mirada, intereses y problemáticas que cada quien trae a la mesa. Este cambio de historia central hace que la serie pueda verse y entenderse en cualquier orden (quizá unos cuantos detalles menores podrían perderse, pero el argumento principal es tan propio y tiene una sensación tan separada cada vez, que esto no es mayor inconveniente) y le permite tratar problemáticas propias de los jóvenes en la actualidad. Ciberacoso, abuso sexual, dobles estándares hombre/mujer, relaciones tóxicas, homosexualidad, religión, salud mental y desórdenes alimenticios son, entre otros, de los temas más importantes que esta serie logra abarcar comprendiéndolos desde el interior de la vida de los jóvenes y con sus respectivos impactos que pueden distar de aquellos que tendrían en la vida de personajes más adultos.


El nombre de la serie parece ser un indicador de aquello por lo que aboga, de aquello que representa, y de cómo, al final del día, se adentra tanto en la vida de su respectivo protagonista que no le deja rincones donde esconder aquello que trata desesperadamente de reprimir y ocultar. Skam, noruego para vergüenza, construye gracias a su formato un universo de sentido envolvente; con una historia que se va contando minuto por minuto mediante sus clips, perfiles de instagram de cada personaje e incluso los mensajes privados que se nos van compartiendo a la audiencia durante la emisión de cada temporada. Logra así generar una verosimilitud muy marcada en los personajes que se sienten tangibles, redondos, reales, como cada uno de nosotros. Cada protagonista enfrenta la vergüenza de sus secretos inevitablemente puestos a conocimiento de todos y es al mismo tiempo víctima de sus propias decisiones para encajar hasta que logra aceptarse en todas sus facetas y se apropia de su imagen, su verdad e incluso sus defectos en un esfuerzo por mejorar, por tener un crecimiento como persona o por resistir a los prejuicios y opresiones sociales desde un compartir de las formas de entender el mundo diversas y un respeto mutuo entre pares.


La razón por la que, dentro de la temática del orgullo queer, quería hablar de esta serie (además de por ser una de mis favoritas) es su tercera trama principal en la que seguimos a Isak Valtersen, un joven gay que debido a la reciente ruptura de su núcleo familiar tras un abandono abrupto de su padre y a las consecuencias que esto ha tenido en sí mismo y la salud mental de su madre, siente que lidiar con su propia orientación sexual no es la prioridad en el momento y se dedica a estar en fiestas con sus amigos, fumando marihuana y viviendo en una despreocupada negación de sus problemas y su ira. Sin embargo, en este panorama aparece Even Bech Næsheim por quien siente una atracción inmediata y con quien poco a poco, y en una amistad con mucha tensión evidente, irá haciéndose más cercano. Con Even ahora en la mezcla, Isak debe afrontarse a todas las verdades a las que no ha querido mirar, como su homofobia internalizada teniendo bases en la propia negación de su orientación o su comportamiento distante e irascible resultado de querer ocultar con desesperación no solo su homosexualidad y relación secreta con Even, sino también lo mucho que le importa su madre y que siente que no puede darle “otra decepción” tras el abandono de su padre. Isak resulta también una representación interesante y no estereotípica de un joven gay que, a pesar de su orientación, está lleno de comportamientos propios de la masculinidad tóxica y se encuentra rodeado de un grupo de amigos con la inmadurez y la obsesión por el sexo tan característica de los jóvenes de su edad.


Ahora, si bien Isak es el protagonista y toda la historia de su temporada está contada desde su punto de vista, es imposible negar que Even resulta ser un personaje tan o incluso más interesante, escapando a su rol de interés romántico. Sí, Even dentro de la trama juega un papel crucial como el punto de quiebre en la vida de Isak, pero su propia historia no es reducida a ser el muchacho nuevo, misterioso y sexy que llega a desestabilizar la aparente calma; Even mismo está lleno de matices y complejidades, desde su propia identidad (con la que él no tiene problemas como Isak) hasta su salud mental. Al momento de conocer a Isak, Even lleva una relación de costumbre con Sonya, quien al enterarse del romance que surge entre ellos dos reacciona culpando a la bipolaridad de su novio, desconociendo la pansexualidad de Even. Esto lo hace cuestionarse su percepción propia, cuánto puede controlar sus crisis y cómo estas afectan a las personas a su alrededor. En realidad fue una pena que la creadora decidiera terminar la serie tan temprano sin haber llevado a buen puerto todas las temporadas que se tenían pensadas, pues entre estas, una muy sonada perspectiva de Even parecía prometer una profundización mayor en la manera en la que él vive su ahora estable noviazgo con Isak y cómo equilibra sus crisis con una relación saludable y de confianza. Qué suerte que al menos con Eliott de la versión francesa (mi versión favorita) sí estemos teniendo este desarrollo mayor ahora que ha superado el proceso de adaptación y está contando sus propias historias en la sexta temporada.



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Es importante para mí recalcar, ya a manera de conclusión, que puedo entender que el formato y en general el registro de Skam se antoja monótono para el espectador más acostumbrado a una producción dinámica de planos, luces e imágenes impactantes. Pero, una vez se aprecia la perspectiva única de su narrativa, la capacidad de inmersión en su universo, y de hecho, en todos sus universos con sus distintas versiones, es realmente poderosa y significativa para mostrar las realidades y problemáticas de la vida de los adolescentes, entendidas muy bien desde una perspectiva juvenil y digital, de una manera fidedigna y auténtica.




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